La principal lección que nos dejan estos días de cuarentena, por la pandemia a causa del COVID-19, es la evidencia real de la fragilidad de la vida. Para nosotros, los creyentes, resulta fundamental buscar nuevas formas de colaboración, generosidad y, con especial amor fraterno, mirar a nuestros hermanos a la luz del evangelio. La conciencia del otro y el verdadero sentido de la vida en comunidad tienen un mayor valor y son un preciado tesoro que debemos cuidar.

Qué duda cabe que nuestra vida no es la misma que la que llevábamos antes de esta pandemia. Nuestras rutinas, formas de relacionarnos, de celebrar, de vivir en comunidad nuestra Fe, ya no son las mismas.

Somos pueblo de Dios. Necesitamos mantener firme y brillante la llama de la Fe. Somos miembros de un mismo cuerpo; incluso insertos en una cuarentena, son fundamentales la Fe, la esperanza y el amor.  Ese es, en parte, el mensaje que el P. José María Arnaiz envía a la comunidad del Colegio Parroquial San Miguel.

Necesitamos mantenernos unidos en la oración; cada uno desde el lugar en que se encuentra y en lo que le toca hacer. La oración es el medio para presentar al Padre los anhelos más profundos de nuestro corazón; y, sobre todo, es la manera de escuchar a Dios y saber qué es lo que quiere que hagamos.